Las hermanas británicas Georgia y Sophia Scott estrenaron en Londres su documental “Perdidos en el Líbano”, el que muestra a través de cuatro historias cómo vive el millón y medio de refugiados sirios en este país fronterizo. Sin los sensacionalismos a los que nos acostumbran grandes cadenas noticiosas, la vida de los desplazados aparece como nunca antes la habíamos visto.
Le temen a la muerte, pero a la vez están teniendo hijos. Están agradecidos de haber sido recibidos en el Líbano, pero extrañan su Siria natal. Tienen miedo de ser deportados, pero en el fondo se asoma una luz de esperanza. Complejos, empáticos, respetuosos, educados. Los refugiados sirios que dan vida a “Perdidos en el Líbano” se convierten tras 90 minutos de cinta en personajes entrañables. “Ellos son tu madre, son tu hermana, son tu hermano, tu padre, tu amigo”, explica a The Prisma Sophie Scott. “Las noches que pasamos en su campamento cenando con ellos son uno de los momentos más hermosos de mi vida”, agrega a su lado su hermana Georgia.
Las hermanas Scott estrenaron mundialmente su flamante documental en el Festival de Cine de Human Right’s Watch en Londres. Tras su debut con “In the shadow of war” (2014), en el que mostraban la vida de cuatro jóvenes 20 años después de la guerra en Bosnia, ahora decidieron ver cómo era la vida durante un conflicto.
“Lo que nos motivó para ir a Siria es obviamente que hay un conflicto vigente. Para nosotras haber ido al interior de Siria habría sido muy peligroso y no habríamos podido pasar mucho tiempo libremente compartiendo con familias”, explica Sophia. La situación no tiene parangón: 1,5 millones de refugiados sirios están viviendo en un país de apenas 4,4 millones de habitantes.
Georgia complementa: “Sentimos que el mundo, los medios, la gente están saturados con números, con estadísticas. Y cuando eso sucede uno como que pierde esa conexión humana que hay con la demás gente e historias. Así que quisimos ponerle un rostro humano nuevamente a esta horrenda crisis en Siria. Y decidimos hacerlo en el Líbano documentando a estos cuatro maravillosos sirios durante un año y medio”.

Es así como vemos las improvisadas escuelas construidas para que los niños aprendan a leer. “Ellos están traumados. Estos niños han vivido cosas horrendas. Pueden ver a sus padres, los profesores en estos colegios informales, que tratan de normalizar la vida, hacer juegos, lo que es muy importante. Pero lo que más nos conmovió fue ese enorme deseo por aprender”, cuenta Sophia.
Ustedes muestran un lugar en el que antes vivían 20.000 personas y donde hoy hay 40.000. ¿Cuáles son sus límites respecto a la dignidad humana?
G: Es una pregunta difícil porque siempre estamos pensando en eso. Un buen ejemplo es que por un tiempo en la película teníamos imágenes dentro de un hospital en Siria, y eran escenas que no se pueden imaginar. Fueron grabadas por uno de nuestros amigos que tenía una cámara ahí. Eran niños con sus cuerpos agujereados, era horrendo y eso estuvo en la cinta por un tiempo como flashback. Pero terminamos sacándolo. Creo que hay suficientes cintas sangrientas que lo muestran, que muestran el campo de batalla, y no quisimos hacer otra película como esas. Respecto de la dignidad y el respeto, quisimos mostrar nuestro mayor respeto por los sirios en nuestra cinta. Creo que capturamos su realidad sin tener que exponer mucha brutalidad.
Hay miedo en todo el documental. Miedo a la deportación, a llevar a la hija al hospital. ¿Dirían que eso es lo que realmente mueve a los personajes?
S: Sí. Definitivamente todos tienen el mismo miedo. Los lleva a seguir viviendo, pero también los lleva a un hoyo, un lugar que da susto, porque están agradecidos de no vivir más bajo los bombardeos y el acoso del régimen. Están agradecidos así que no quieren reclamar mucho, pero al final del día están petrificados, porque están viviendo en un país ajeno. Pero definitivamente no quisimos grabar en los peores campamentos llenos de barro, porque esa es lamentablemente la imagen del refugiado en todo el mundo, alguien muy pobre, mal vestido, viviendo en una carpa. Y por supuesto que hay sirios viviendo así, pero hay muchos-muchos-muchos sirios que no están viviendo así de mal.
Normalmente no tenemos acceso a este tipo de imágenes de los refugiados. ¿Sienten que tenían una responsabilidad especial como realizadoras?
S: Sí, absolutamente. Y creo que es tan contraproducente mostrar a un país y a su gente de manera negativa, como alguien de temer. Quisimos quitarle esa negatividad al refugiado sirio, porque eso afecta las políticas en Europa.
G: Pero también nuestro cinta documenta el capítulo previo a que los refugiados traten de ir a Europa. Tengo muchos amigos que preguntan por qué quieren venir a Europa. Es gente que no tiene otra alternativa y dicen quizás debería subirme en un bote a Europa, porque quizás tenga una vida allá. No tengo una vida acá, no puedo tenerla, he tratado pero no puedo porque me detienen de todas partes. Si alguien se pregunta por qué todos estos sirios tratan de venir a Europa, bueno, nuestro documental muestra por qué.
Alguien en la cinta dice que “la indiferencia y los prejuicios de occidente son impresionantes”. ¿Es esa una de las razones por las que hicieron esta película?
S: La única razón por la que hacemos películas es para crear cambio. Ya sea cambiar la opinión de una persona acerca de otra, ya sea cambiar la política de un gobierno para recibir a más refugiados.
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