Más barato que la mayoría de los países europeos, bien conectado vía aérea desde todo el continente y con un equilibrio perfecto entre historia, cultura, entretención y playas Grecia atrae cada año a más turistas que no se arrepienten de su elección. Aquí, un puñado de rincones e ideas para todo público.
1 Las paredes rocosas de la caverna transpiran tanto o más que sus visitantes. Somos decenas y avanzamos por los escalones que nos llevarán a más de 100 metros de profundidad, maravillados por las estalactitas y estalagmitas que asoman por todas partes y que se salvaron del saqueo de los rusos (hoy es posible ver algunas de ellas en el gran museo de San Petersburgo). Estamos en Antiparos, pequeña isla ubicada a menos de 5 minutos de Paros, su hermana mayor. Grandes focos iluminan la caverna, descubierta por el embajador francés en Constantinopla en 1673, pero cuyo origen se remonta a más de 45 millones de años. Las fantásticas novelas de Julio Verne cobran vida a cada paso entre la humedad, el sonido de las gotas que caen en cámara lenta y el eco que producen los pasos de los sorprendidos turistas. Grecia y las islas Cícladas no son solo espectaculares por las construcciones de antiguas civilizaciones: la naturaleza también hizo lo suyo.
2 Un niño aplaca las largas horas de viaje viendo lo que parece ser una película en su iPad. Al frente, su abuela termina una novela eterna mientras mordisquea una baguette con jamón, queso y tomate. Ambos comparten un paquete de papas fritas. A su lado, una joven griega intenta dormir en este ferry que une un puñado de islas griegas con El Pireo, el gran puerto de Atenas. El barco, como la mayoría de estos ferries y catamaranes, va repleto. Viajeros con menos suerte se acomodan en el suelo y ven a los demás cómodamente sentados en butacas, largos sillones y frente a mesitas de restaurant. Al menos en su clase más económica, este barco es democracia pura. La misma que alguna vez soñaron Clístenes, Pericles y compañía. Los mismos mochileros, familias, abuelos y parejas enamoradas que luego se separarán de acuerdo a sus recursos entre hoteles de lujo y residenciales de menor reputación hoy están juntos, revueltos y apretados en este mismo barco. Algunos leen, otros intentan ganar horas de sueño entre los ruidos y anuncios de la tripulación y los menos conversan con desconocidos. Por las ventanas el Mar Egeo saluda con sus pequeñas olas de aguas celestes. Un consejo: los barcos de mayor tamaño (2.400 pasajeros y 430 vehículos) sortearán con más calma los días de oleajes más intensos.
3 Es la postal que has visto toda tu vida, la que desde pequeño te llamó la atención en el libro de Historia y Geografía. Y hoy está frente a ti. La Acrópolis de Atenas con su monumental Partenón domina la capital griega y maravilla con su contraste de colores. Por un lado el azul interminable de un cielo sin una sola nube. Por otro el mármol blanco que hace arder los ojos. Finalmente el café de esta colina casi desértica adornada por unos escasos olivos que desafían la sequedad del verano. Saqueado durante siglos y con una de sus fachadas cubiertas por enormes andamios metálicos como una gran sonrisa con frenillos, el Partenón sigue dejándote sin aliento. Construido como templo para adorar a Atenea y flanqueado por construcciones más pequeñas (entre ellas las legendarias Cariátides que sostienen el Erecteion), al llegar aquí todo el viaje a Grecia cobra sentido. Es el Coliseo en Roma, la torre Eiffel en París o el Big Ben en Londres. Una agradable brisa camufla los 37 grados de temperatura mientras un enjambre de turistas de todas las edades graba videos para Snapchat y se toma selfies para la posteridad. Algunos metros más abajo, en el moderno Museo del Acrópolis reinaugurado en 2009, es posible completar el recorrido con aire acondicionado, videos explicativos y una generosa biblioteca.
4 El sol comienza a ponerse y en Fira, la capital de la isla de Santorini, los muros blancos y techos celestes de cada restaurant e iglesia brillan con más fuerza. A más de 300 metros del nivel del mar y desafiando un acantilado de piedra volcánica formado por una de las erupciones más grandes en la historia de la humanidad, el pequeño poblado le hace honor a su fama de uno de los rincones más célebres de las islas griegas. Los visitantes se pasean con ropa de lino, zapatos de diseñador y sombreros de catálogo. El lugar es chic y hay que estar vestido a la altura. Desde las pequeñas terrazas de hoteles boutique asoman piscinas pequeñas con vistas inmejorables sobre la gran caldera. La gente se moviliza a pie por las estrechas callecitas de piedra que serpentean sin rumbo claro. En Oia, 11 kilómetros más al norte pero siempre en la misma isla, la imagen se repite, con centenares de turistas luchando por la foto perfecta, la puesta de sol más romántica y el recuerdo que inmortalice esta visita digna de revista de papel couché.
5 Las graderías están vacías, pero eso poco importa. Correr los 400 metros de la pista del histórico estadio Panathinaikó de Atenas te para los pelos como si 60 mil personas te vitorearan de pie. A 42 kilómetros de la ciudad de Maratón, en plena capital griega, la historia del deporte moderno asoma por cada rincón. Las aposentadurías de mármol son espaciosas y aseguran una visión perfecta de la pista. Los más afortunados, incluso, alcanzarán a ver el Partenón asomándose a pocos kilómetros de distancia, mientras el único túnel del recinto –que dirige hacia los camarines– entrega un modesto pero emotivo relato de los Juegos Olímpicos, la construcción del estadio y otros hitos fundamentales del atletismo mundial. Fue aquí, mal que mal, donde se desarrollaron los primeros Juegos Modernos en 1896.
6 Por aquí, te asegura un guía griego en perfecto inglés, se paseaban Pericles, Aristóteles, Platón y tantos más. A un costado de la Acrópolis, el Ágora de Atenas es otro imperdible en una ciudad de historia abrumadora. En su interior, un pequeño museo relata de manera cronológica los distintos momentos, pueblos invasores, civilizaciones y religiones que dijeron presente en este centro administrativo, político, comercial y social. Sin la espectacularidad del Foro Romano o el nivel de conservación de las ruinas de Pompeya, el Ágora sí preserva en gran estado el Hefestión, una versión a menor escala del Partenón y que logró salvarse del paso del tiempo. Basta con saber que fue en estos espacios donde nació la democracia y corrientes filosóficas fundamentales para estremecerse con la carga histórica del lugar.
7 El arena es blanca, el mar apenas tiene oleaje. Hay quitasoles y reposeras, pero también hay largos kilómetros para extender toallas. Hay familias francesas y griegas, parejas de amigas en topless y grupos de jóvenes con paletas de playa. Cada uno está en su mundo porque entiende que hay cabida para todos. Hoy el lugar escogido es Santa María, en el extremo norte de Paros. Pero bien podría ser otra de las centenares de playas griegas en Mikonos, Ios o Siros. Algunas más rocosas que otras, todas comparten las mismas aguas tranquilas, cálidas y calmas por las que circulan –a lo lejos– pequeñas lanchas, yates y distintos tipos de tablas impulsadas por el viento y dirigidas por ávidos deportistas. Cada bañista aplaca el calor como estima necesario pero son grandes vasos de café helado –instantáneo o en grano– los que se roban las preferencias. ¿Cómo llegar a estos rincones? Scooters de pequeña cilindrada, cuadrimotos y autos modestos pueden ser arrendados sin mostrar muchos papeles ni permisos.
8 Es el Dios del Mar: temido, pero por sobre todo adorado. A 65 kilómetros de Atenas, en el pequeño poblado de Cabo Sunio, asoma frente al mar el imponente templo de Poseidón. Ubicado estratégicamente en el Ática, zona que alertaba a Atenas de cualquier ataque enemigo vía marítima, la visita a esta construcción es la excusa perfecta para pasear una tarde y bañarse en una de las playas del lugar. Las opciones son variadas y de fácil acceso gracias a cómodos buses que parten desde la capital y hacen el recorrido en poco menos de 2 horas a lo largo de una ruta costera que regala vistas inmejorables. Tras la visita de rigor, nuevamente un café helado repondrá los ánimos de vuelta a Atenas mirando el atardecer. ¿Más paseos por el día desde Atenas? El templo de Apolo en Delfos, la histórica ciudad de Maratón, los tesoros arqueológicos de Micenas y el canal y los templos en Corinto.
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