Autora de himnos como “Gracias a la vida”, la folclorista chilena recorrió su largo país documentando el canto campesino y luego el mundo, mostrando su obra. Hoy, a 50 años de su partida, sus entrevistas se reúnen por primera vez en un libro.
Es una de las más grandes folcloristas que haya dado América Latina y, junto a Pablo Neruda y Gabriela Mistral, quizás la chilena más universal. De origen humilde y campesino, es una mujer que a los 15 años migró del sur profundo hasta Santiago acompañando a su hermano –el hoy antipoeta Nicanor Parra– y que luego, en dos ocasiones, se radicaría en Europa.
Es Violeta Parra, la mujer que recorrió su país recogiendo cantos tradicionales para que jamás quedaran en el olvido y quien en 1964 expuso sus arpilleras en el Louvre. Una muestra de talento que superaría en 1966 cuando editó “Las últimas composiciones”, disco que se inicia con “Gracias a la vida”.
Reversionado posteriormente por decenas de artistas, el tema se teñiría de contradicción luego de que la artista fuera encontrada muerta el 5 de febrero de 1967 producto de un balazo autoinfligido.
A 50 años de su muerte, son muchos quienes prefieren recordar que 2017 conmemora también el centenario del natalicio de la mujer que logró reunir en sus viajes alrededor de 3 mil canciones populares.
Los viajes a Europa
Tras haber grabado su primeras canciones, en 1954 gana un premio que le permite presentarse en Polonia. El viaje le serviría también para recorrer la Unión Soviética y parte de Europa.
Fue ahí, a la distancia, que se enteró de la muerte de su primera hija. Pero la artista ya había decidido no volver de inmediato. Solo lo haría dos años más tarde, luego de haberse establecido en París, ciudad en la que grabó discos y mostró su música.
Son justamente la lejanía y los viajes los que inspiran parte de su obra. “¿Por qué me vine de Chile / tan bien que yo estaba allá? / Ahora ando en tierras extrañas / ay, cantando como apenada”, canta Parra en “Violeta ausente”, tema compuesto durante su segunda estadía en Europa entre 1961 y 1965.
“Tengo en mi pecho una espina / que me clava sin cesar / en mi corazón que sufre / ay, por su tierra chilena”, agrega en la segunda estrofa.
Sus entrevistas recopiladas
La periodista chilena Marisol García publicó en 2013 “Canción valiente”, libro que investiga la veta social de la obra de Violeta Parra, entre otros músicos chilenos. Hoy, cuatro años más tarde, recopiló sus olvidadas entrevistas ofrecidas entre 1954 y 1967 en el volumen “Violeta Parra en sus palabras”, un trabajo que incluye prensa escrita y material audiovisual encontrado en Chile y el extranjero.

“Lo de viajar Violeta Parra lo vive, según las entrevistas recopiladas en el libro, con una mezcla de entusiasmo y nostalgia”, explica a The Prisma la periodista. “Creo que veía los viajes como una enorme oportunidad, y los disfrutaba, pero siempre sabiendo que el regreso a Chile era obligatorio. Si recorría el mundo no era por ella, sino por poder enriquecer su difusión del arte popular chileno. Era una misión artística y cultural”, agrega.
Según García, en dichas entrevistas “hay reflexiones sobre su nostalgia de Chile, sobre su decisión de tomar el viaje como un asunto de trabajo. Pero su sensibilidad política y social estaba entonces más bien centrada en la pobreza en Chile (que ella también vivió) y las desigualdades –aún muy presentes en mi país– entre trabajadores y patrones”.
Los viajes a lo largo de Chile marcaron también la tónica de la incesante búsqueda de Violeta Parra de un cancionero que se traspasaba de generación en generación con el riesgo de algún día perderse. Marisol García precisa: “Ella vivió durante un tiempo en Concepción (500 kilómetros al sur de Santiago) y además recorrió gran parte del norte y el sur buscando cantoras, poetas populares, en fin”.
En la obra de Violeta hay una incansable lucha contra la injusticia, la insensibilidad, la burocracia. ¿Se trata de temas que van de la mano con los actuales problemas migratorios que vemos en el mundo?
Puede tomarse desde ahí, sí, sobre todo en algo en lo que Violeta fue pionera (entre tantas cosas) y que fue estar atenta al mundo desde Chile. Por eso hay una canción suya, “Un río de sangre”, que habla de los asesinatos de Federico García Lorca, del congolés Patrice Lumumba, del mexicano Emiliano Zapata, del argentino Ángel Vicente Peñaloza.
También hay una sensibilidad evidente sobre las dificultades del movimiento y el centralismo chileno, cuando le canta a los mineros del norte y a la gente de Chiloé.
Al volver a Chile definitivamente en 1965 Violeta Parra sufre lo que muchos viajeros que se radican afuera: algo de incomprensión y recelo. ¿Cuánto la cambia el hecho de haber vivido afuera?
La convierte en una artista que puede instalarse en una dinámica de alta interpretación, pues prueba y triunfa en la muestra de su música ante públicos muy diversos. Y no sólo en el canto sino también en la exposición de sus telares en un pabellón del Museo del Louvre. La expone a nuevas influencias, se asume. La convence de que el arte popular chileno tiene el valor suficiente para ser difundido en Europa, y así lo comprueba con el entusiasmo alrededor suyo.
* Publicado originalmente por The Prisma en febrero de 2017.
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